Parece que Cuba necesita que el 8 M deje de ser una festividad. Periodistas que defienden y justifican en público el acoso callejero, músicos que se sienten con el derecho de violarnos, humoristas misóginos, derechos que son puestos en debates y fundamentalistas que quieren decidir quiénes los tienen y quienes no. Internet sacó toda la basura que estaba bajo la alfombra y lo peor es que andan como caballo desbocado en nombre de una libertad de expresión que en este archipiélago funciona de manera intermitente y a conveniencia. Vienen a mi mente recuerdos de debates anteriores sobre la forma correcta de denunciar o reclamar cuando figuras públicas (en su mayoría hombres y fanáticos religiosos el resto) nos violentan (tanto de forma directa como indirecta, entiéndase simbólica). A nosotras se nos exige ser respetuosas, atinadas para no igualarnos, para no rebajarnos, para tener la empatía del resto y demostrar que no somos la raíz del problema al cuadrado. Porque seg
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